Esa noche, entre risas y bromas, llegamos a ese pequeño callejón
extraviado en la ciudad. Un halo de luz dorada yacía cómplice del beso y de mis
manos que recorrieron su sólido cuerpo bañado de dulces ganas. Yo sublime
apasionado, sórdido arriesgado; Sostuve su miembro con mis labios, profiriendo
amor, ingerí con cada succión lo más dulce de su esencia. Lo más puro de su ser…
Juan Carlos Viera.
Microrelato participante en concurso literario.
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