viernes, 9 de mayo de 2014

El punto y final de esta historia.







Querido amigo, No sé por dónde empezar, ni me imagino como lo vas a tomar, pero ante mi terrible condición humana y la inevitable labor de morir algún día, he de confesar que te amo.
Seguramente a este punto de palabras ya te encontraras espantado, sé que no es normal que un hombre le diga esto a otro, pero en mi caso es ineludiblemente natural, y ahora que lo pienso, lo supe desde principio, esa cansada noche de mayo, cuando un enorme vacío en mi pecho me llevó a solas al concierto aquel, buscando un motivo que me diera una bocanada de aliento para poder continuar. Inundado en tedio y aplastado a pisotones por la eufórica multitud, volví la mirada y estabas tu, con tanta vida que daba envidia, mientras te observaba me decía, ¿cómo puede alguien verse así y no ser pecado? De repente, con una rápida mirada me atravesaste en la distancia, como si te perteneciera, como si ya sabías quien era, con una familiaridad abrumadora te acercaste a mi, invitándome a tu grupo de amigos, con el aliento robado acepte sin saber con claridad lo que pasaba, me deje llevar sin más, y sin darme cuenta termine en esto que siento hoy por ti.

Y fue así como comenzó todo, poco a poco me sume salidas, intensas noches de derrumbe en tu sofá, compañías de cine, y la inevitable intimidad que proporcionan los tragos, o como ese día que te vi llorar por primera vez, y que no dude en abrazarte de consuelo, para que sintieras que no estabas solo, para sentirnos que no estábamos solos. 

Desde entonces y sin decirlo, una fuerte sensación de afecto se fue apoderando de mi, invencible podía hacer cosas que jamás me sospechaba capaz, tú y tu presencia me alimentaban el alma, llenándome de color la existencia, pulsando cada latido a punta de choques de manos, abrazos a cadera separadas, llamadas telefónicas, anécdotas de chicas, algunas amadas otras desechadas, y muchas otras de simple aventura, que con cada relato me colocaban en la fantasía literaria donde tú y yo protagonizamos historias, ensayos, novelas, leyendas helénicas desbordadas de fuerza copadas de guerras de amor, si de amor,  como este que te confieso.

Pero el inevitable paso del tiempo nos obliga a darle ese falso sentido que la vida “tiene que tener”. No se nos dijo que también se podía vivir de forma alternativa, peor aún, no se nos permite vivir una vida alternativa, y es justo ahí donde habito yo, en el lado alterno del rincón oscuro de tu vida, espacio liberado para encuentros desprovistos de miedos y prejuicios y tú, tan exacto como siempre, no escapas del deber, te apegas a la costumbre y le darás al mundo ni más ni menos que aquello que esperan de ti, mientras yo de rodillas con los brazos rotos y el alma hecha polvo te veré partir…
Hoy te casas, con descaro me pides una historia más, con decoro acepto la cancelación de temporada, hay nuevo elenco, me cuentas, una protagonista fenomenal, que te has enamorado de verdad y ahora sí harás tu vida. Pero la verdad mi amigo no harás tu vida, ¡que va! harás una clásica vida como la que se espera, con casita de chocolate, perritos y  lucecitas de navidad en el techo, para que el brillo opaque la liberada verdad de tu oscuridad.

Se rompe la fantasía, y con ella caduca todo rastro de entendimiento y lucidez en mi, en el silencio de esta soledad que hoy dejas no puedo hacer otra cosa más que llorar amargamente, no por ti, ni por mi, sino por los dos, por los momentos, por las promesas, por las mentiras y por esta realidad que me aterriza de golpe al cruel balde donde desechábamos las historias que ya no nos divertían.
Aquí estoy, formal, vestido de punta en blanco y teñido por dentro de gris, con la sonrisa presta y el corazón destrozado, agonizando en este amor, pulsando menos, pero pulsando y en esta carta y con dolor acepto el punto y final de esta historia.

Juan Carlos Viera
  

Carta postulada al concurso Cartas de amor de Mont Blanc.
VOTA AQUI

0 comentarios:

Publicar un comentario