Soy Juan Carlos Viera, tengo
34 años y soy GAY.
A esta declaración se le
conoce como: Salir del closet. Término acuñado en 1869,
que hoy tiene más vigencia que nunca y es considerado un acto heroico y
trascendental. Cuya finalidad va desde el sacarse ese taco de miedo que se lleva
trabado entre pecho y garganta, hasta naturalizar la orientación sexual, que no
es más que un patrón de atracción como cualquier otro.
Algunas personas son más
abiertas al respecto; Sobre todo los más jóvenes, otros siguen apegados a
conceptos arcaicos y fundamentalistas donde no se aceptan las diferencias,
porque se pretende que una nación piense, camine y sexualice igual que los demás.
Cosa imposible esta, ya que en nuestro aspecto individual, estamos diseñados de
manera única e irrepetible.
También hay una pseudo aceptación
por parte de un grupo, que se jacta de decir que son “open mind” a quienes les
parece que los gays son chéveres, siempre y cuando ese gay no sea su hijo o alguien
de su familia. Porque hasta ahí les llega el amplio criterio.
En la actualidad, Venezuela tiene
un incremento en los crímenes de odio, y se destapa la homofobia colectiva que
se alimenta desde el estado y se replica en las comunidades. Es justo en este
punto donde salir del closet es imperante. Deportistas, políticos, artistas, intelectuales
¡Han dado el salto! Las redes sociales han permitido enaltecer la salida del
closet de personas influyentes, demostrando así que los homosexuales somos más
que tacón y peluca como muchos malintencionados rezan. Algunos países dan
ejemplo de un proceso coherente de aceptación social que nace en el roce
ciudadano y llega a las leyes para validar los derechos humanos de todos por
igual.
Muchos no entienden porque
decir públicamente que se es gay, y hasta se promueve que se siga manteniendo
en silencio y a la sombra de cuatro paredes, con la excusa de que lo que hagas
en tu cama, no le importa nadie. Mientras tanto miles de homosexuales forman
hogares carentes de estructura social que los contenga y los proteja y que sin
lugar a duda deben alzar su voz, plantar cara a la sociedad y hacerse sentir
para reclamar lo que por derecho les pertenece: IGUALDAD DE CONDICIONES.
Y esta materia nada tiene
que ver con religiones, que bastante quebradas están en sus propias
convicciones al pasar por alto las bases del amor al prójimo como ley máxima de
las creencias universales, cuyos miembros llenan sus fauces con palabras de
rechazo y repudio, desde un inmensísimo ego que pretende saber “la voluntad de
Dios”. Pues partiendo de la idea de que Dios es más grande que cualquier
habilidad humana, mejor le damos al cesar lo que es del cesar, y nos apegamos
al laicisismo.
Juan Carlos Viera
0 comentarios:
Publicar un comentario